El gasto sanitario es una inversión en salud.

No hace falta ser economista para que cualquier persona entienda que en su economía familiar no se puede gastar más de lo que se ingresa. Otra cosa es que lo cumpla. Inversión en salud es otra cosa.

Por supuesto, como todo bien o servicio, el cuidado de nuestra salud implica unos gastos para mantener la fortaleza del organismo y atenuar su desgaste a través del paso del tiempo. Y tampoco hace falta ser un experto para saber que la esperanza de vida en el mundo occidental se ha alargado en unos 30 años, lo que comporta unos gastos adicionales para una fisiología adaptada a una existencia más corta y que precisará para su mantenimiento mayor atención médico-sanitaria.

Los políticos y economistas lo llaman gasto sanitario (todo lo relativo a prestar servicios para la salud). Personalmente lo veo más como una inversión o emprendimiento sobre nuestro ser, dado que el bien más preciado que tenemos cada uno de nosotros, la salud, es un valor directamente relacionado con la calidad de vida en nuestro tránsito por este mundo.

El último número de la revista Lancet publica un interesante macroestudio financiado por la fundación Bill y Melinda Gates sobre el gasto sanitario mundial que invita a la reflexión.
En él se informa de la estimación de unos cuantos centenares de expertos, que si continúan las tendencias actuales el gasto mundial de 9,2 billones de dólares en 2014 pasará a 24,5 billones en 2040. En el estudio se incluyen gastos estatales, privados, los de prepago como los seguros y la asistencia para el desarrollo de la salud.
Cifras todas ellas de gran calado que se convierten en vértigo si las comparamos con los 1,66 billones de euros que el mundo se gastó en guerras o preparándolas en el 2014, o si hablamos en términos de ganancias, los 1,4 billones de euros que el turismo internacional generó en 2013.

La publicación señala la disparidad entre países y los porcentajes de gasto en comparación con el producto interior bruto, el famoso PIB, afirmando que el gasto en salud seguirá aumentando en los países con altos ingresos, mientras que en los de bajos ingresos se espera un crecimiento menor. De hecho nada nuevo bajo el Sol.
La media per cápita de los países más desarrollados, que ahora es de 5.221 dólares, crecería en casi 4.000 más para 2040. En el otro extremo están, en 2014, los 33 dólares de Somalia y los 35 de República Centroafricana.
Con todos los matices y desviaciones de un análisis tan global, los autores son optimistas en cuanto a la evolución de la atención sanitaria y a los crecientes recursos que recibe.
En nuestro país, según la Fundación Fedea, el gasto del sistema sanitario público español con su modalidades autonómicas durante la pretérita etapa del 2009 al 2014, ha perdido 0.7 puntos porcentuales sobre el PIB, mientras la media europea bajó sólo 0,2 puntos. Traducido en términos reales el gasto sanitario español descendió un 13,8 por ciento, mientras que el europeo creció un 2,2 por ciento.

El informe de Fedea muestra, la dureza de los recortes acometidos en España en materia de sanidad pese a que incluso el punto de partida español, medido en peso de la sanidad sobre el PIB, estaba ya por debajo de la media de la Unión Europea. El informe cifra en un 6,1 por ciento el gasto sanitario sobre el PIB español, frente a más del 8 por ciento de toda la economía danesa, finlandesa o francesa que se dedica a sanidad.
A pesar de los contundentes recortes, y el envejecimiento de la población el sistema sanitario español ha mantenido su eficiencia y calidad a expensas entre otros, de los salarios y condiciones de trabajo de los profesionales que prestan sus servicios.

Estas cifras incitan a la reflexión, pero no al debate desde la óptica de la moderna medicina. No todo es consumo y porcentajes de los costes de recursos sanitarios, sino que hay otros factores, que me atrevo a llamar cuasi inmateriales que influyen en sobremanera en nuestro nivel de salud, que generan un activo intangible y una riqueza no contabilizada en los balances de los gobiernos. Este podría ser el debate útil.
Dejaremos para el próximo artículo de que factores se trata.

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