El mal de piedra en el riñón.

No se asusten los lectores, no hablaremos del mal de piedra de los edificios antiguos, necesitados de imaginativas soluciones modernas para conservar su estructura comprometida por la descomposición superficial de la piedra y el desprendimiento de sus capas externas.

Me refiero a las piedras que pueden desarrollarse en nuestros riñones, ocasionando cuando se desprenden a lo largo de la vía urinaria estos fastidiosos dolores que pueden llegar a ser enormemente incapacitantes y, en algunos casos precisar de atención médica urgente o incluso tratamiento quirúrgico.
Ahora, que ya se empiezan a notar las primaverales y agradables temperaturas que anticipan a las del verano y su canícula cada vez más larga, es cuando los médicos recomendamos beber agua por varios motivos. De hecho con la subida de la temperaturas el riesgo de deshidratación aumenta, con la consiguiente concentración de la orina y de la posibilidad de formación de cálculos en los riñones, que en el caso de ser expulsados son la causa del conocido y desagradable dolor cólico renal, que suele acompañase de náuseas y cambios de color de la orina.

La recomendación de la necesidad de un sencillo cambio de estilo de vida aumentando la ingesta de líquido a 2,5 litros cada día, asociado a una dieta variada baja en cloruro sódico, en proteínas animales y carbohidratos, es determinante para una disminución del riesgo de padecer la formación de concreciones en el aparato urinario.
Los últimos estudios epidemiológicos afirman que casi un 10 % de la población europea sufre de esta patología litiásica del aparato urinario, enfermedad con diversos factores de riesgo que favorecen su aparición. Si añadimos a la ecuación que se trata de una enfermedad con una alta tasa de recaídas, – se estima tras un primer episodio, que entre 30 y 50 % de las personas recaerán en los próximos diez años – , más que la esperanza de vida se ha alargado en 20-30 años, y la tendencia a beber menos agua con la edad, vemos fácilmente que la concurrencia de estos factores nos anuncia que estamos ante un problema de salud con fuertes repercusiones personales, socio-laborales y económicas.

El mal de piedra de los humanos es mucho más antiguo que el de algunas catedrales o edificios históricos. Prácticamente existe desde el inicio de la humanidad. Así lo atestiguan numerosas momias egipcias y andinas con cálculos en sus riñones. Hasta la Edad Media, sólo se recomendaba como tratamiento lo que el mismo Hipócrates señaló siglos antes: la “talla vesical “, equivalente a una incisión para la extirpación de las antaño frecuentes piedras vesicales, clasificando a las piedras no expulsables como enfermedad incurable.

Felizmente para la humanidad los conocimientos de la medicina moderna nos han proporcionado numerosos recursos diagnósticos y terapias integrales, que han supuesto un paso de gigante en el tratamiento de unos de los dolores más intensos que puede sufrir el hombre a lo largo de su vida

En el próximo artículo hablaremos de los tratamientos urológicos, en donde la imaginación tecnológica hace realidad la moderna y eficaz terapeútica del mal de piedra.

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