Las cifras de obesidad no dejan de crecer.

Es una paradoja que cuanto más hablamos de la obesidad y su repercusión sobre la salud, las cifras son francamente alarmantes. Se estima que para el año 2050 cerca del 23% de la población mundial será obesa, un aumento de más del 8%. Otra enfermedad con cifras de epidemia es la diabetes, que puede alcanzar un 12% de la población mundial, un aumento superior al 3% de la situación actual.

Estos datos inquietantes han alertado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) que aconseja establecer planes de prevención en todos los países. Los países más pobres están adquiriendo de forma acelerada el modo de vida occidental en relación a la nutrición y modo de vida: alimentos procesados, disminución de ingesta de frutas y verduras, comidas con alto contenido calórico y disminución del ejercicio diario con mayor utilización del coche o transportes motorizados.

Las consecuencias sobre la salud global son muy importantes y el número de enfermedades cardiovasculares como la hipertensión arterial, la insuficiencia cardíaca, los infartos de miocardio o los accidentes cerebro-vasculares van a seguir aumentando. La repercusión económica de la obesidad o la diabetes sobre los sistemas sanitarios será importante. Por otro lado, los avances médicos seguirán mejorando y alargando nuestras vidas, pero el desorbitado coste económico será un reto para todas las economías.

Uno de los pilares básicos para frenar este proceso son las campañas de educación a la población: alimentación más sana con frutas, verduras y menos azúcares, fomentar el ejercicio y que los gobiernos se impliquen de forma real en la prevención. No es tarea fácil porque no se suele pensar en las repercusiones a 20-30 años vista. Pocas personas tienen consciencia de esta situación. Hay países como los EEUU en los que la tasa de obesidad puede alcanzar el 55% de la población.

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